viernes, 22 de julio de 2016

PALACIO EPISCOPAL DE ASTORGA ( LEÓN ESPAÑA)


 

 
 
 
 
 
Vista general.
 
Unos años antes se había producido un incendio en el palacio episcopal, que lo dejó totalmente destruido. Ya que la ciudad no disponía de un arquitecto diocesano, el obispo Joan Baptista Grau i Vallespinós decidió encargar la construcción del nuevo palacio episcopal a su amigo Gaudí. La amistad entre ambos había comenzado años atrás mientras Grau —reusense como Gaudí— fue vicario general de la archidiócesis de Tarragona e inauguró la iglesia de Jesús-María, cuyo altar Gaudí había diseñado.2
Cuando Gaudí recibió el encargo de construir el palacio episcopal estaba ocupado en diversos proyectos, como el palacio Güell, los pabellones Güell, el colegio de las Teresianas y la Sagrada Familia, por lo que no podía desplazarse a Astorga para estudiar el terreno y el entorno del nuevo edificio. Para no retrasar el proyecto le pidió al obispo que le enviase fotografías, dibujos y demás información del lugar, que le permitiesen comenzar a proyectar el palacio de manera que armonizase con las edificaciones de su entorno. Una vez hubo estudiado todo el material recibido, Gaudí preparó los planos del proyecto y los envió a Astorga. Grau se sintió satisfecho e inició los trámites para obtener los permisos administrativos, ya que al ser un edificio público debía tener el vistobueno de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Después de haberse introducido algunas modificaciones, el proyecto fue aprobado en el mes de febrero de 1889. Unos meses después, el 24 de junio, onomástica del obispo, se puso la primera piedra.3 La obra fue presupuestada en 168 520 pesetas.4
Fachada del Palacio Episcopal de Astorga, firmada por Gaudí en 1887.
Aunque por subasta pública las obras se adjudicaron al contratista astorgano Policarpo Arias Rodríguez, Gaudí decidió emplear en la obra obreros y albañiles catalanes que ya habían trabajado para él, a fin de que durante sus ausencias la obra continuase de forma precisa según sus ideas. El Palacio Episcopal de Astorga es un edificio que tiene un aire medieval, apropiado para su finalidad. Gaudí lo proyectó en estilo neogótico, corriente que provenía de la arquitectura historicista de moda en aquel momento, y que Gaudí empleó en el colegio de las Teresianas, en Bellesguard y en la casa Botines, además de en Astorga. Concibió el palacio como un castillo en el exterior y una iglesia en el interior.5
La piedra en la que está construido (granito gris del Bierzo) es respetuosa con el entorno, en especial con la catedral que se encuentra en la inmediata vecindad, así como también con la naturaleza, que en la Astorga de finales del siglo XIX estaba más presente que en la actualidad. No obstante, el edificio también incorpora algunos de los elementos que caracterizarían a Gaudí en sus futuras obras, como los arcos de la entrada principal y el volumen situado encima de ella o las grandes chimeneas que de forma ostensible se integran en las fachadas laterales.
El palacio tiene planta de cruz griega sobre la que se superpone una planta cuadrada, con cuatro torres cilíndricas en las esquinas, y rodeado por un foso.4 En dos de los laterales presenta unos cuerpos sobresalientes de planta rectangular, mientras que en los otros dos se encuentran la torre de entrada y la capilla, también rectangular y finalizada con un ábside y tres absidiolos.6 En el interior hay cuatro niveles: un semisótano, la planta baja —para dependencias administrativas—, el piso principal —con la estancia del obispo, el salón del trono y la capilla—, y el desván.4
Vista parcial de la capilla del palacio.
El pórtico de entrada tiene tres grandes arcos abocinados, hechos con sillares separados entre sí por contrafuertes inclinados. La planta baja contiene un gran vestíbulo, del que parte la escalera noble, adquiriendo una gran altura que permite la apertura de grandes ventanas, de forma triangular, que proporcionan una gran luminosidad; este esquema recuerda un poco al utilizado en el palacio Güell.7 La estructura del edificio se sustenta en pilares con capiteles decorados y en bóvedas de crucería sobre arcos ojivales de cerámica vidriada. Se remata con un almenado de estilo mudéjar.8
Estatua de ángel.
En el interior destaca la riqueza ornamental conseguida con diversos materiales (granito, ladrillo, yeso, mosaico, cerámica, esgrafiados, vidrieras), así como la fluidez espacial y la luminosidad que el arquitecto logró conferir al palacio. Un buen ejemplo de esta riqueza decorativa es la variedad de capiteles que Gaudí diseñó para las diversas columnas del conjunto palaciego, en que se combinan diversos estilos, desde el gótico y el mudéjar, hasta los motivos naturalistas tan del gusto del arquitecto, pasando por unos capiteles de ábacos estrellados inspirados en la Sainte-Chapelle de París.9
En 1893, tras la muerte del obispo Grau, Gaudí dimitió por desavenencias con el cabildo, por lo que las obras estuvieron paradas durante varios años —quedaba por terminar el piso superior y la cubierta—.10 Finalmente, fue terminado entre 1907 y 1915 por el arquitecto Ricardo García Guereta, quien siguió el trazado de Gaudí pero con un sello más convencional. En la intervención de Guereta se denota la influencia violletiana, especialmente en los chapiteles que coronan las torres laterales.4 Al cambio de dirección se debe también que unas esculturas de ángeles que debían coronar el edificio según el proyecto original se colocasen finalmente de forma exenta en el jardín del palacio.11 Colocados en 1913, uno de los ángeles sostiene una cruz, otro un báculo y el tercero una mitra episcopal.12
Durante la Guerra Civil sirvió de cuartel de artillería y sede de la Falange. Entre 1943 y 1955 se restauraron los daños ocasionados durante la guerra.5 En 1956, el obispo Julià Castelltort inició la restauración para convertir el edificio en residencia del obispo, función inicial que nunca llegó a consumarse; fallecido al poco tiempo, el nuevo obispo, Marcelo González Martín, renunció finalmente a la función episcopal y promovió la conversión a lo que es actualmente el palacio, el Museo de los Caminos, dedicado al Camino de Santiago.13

miércoles, 20 de julio de 2016







León estrena una ruta por su historia insólita, los crímenes y fantasmas

El investigador Javier Tomé pone en marcha el sábado visitas guiadas tras los misterios de la ciudad .

VERÓNICA VIÑAS | LEÓN
25/07/2012
  • Javier Tomé con las dos guías de la nueva ruta por el ‘León insólito’. - jesús f. salvadores
    Javier Tomé con las dos guías de la nueva ruta por el ‘León insólito’. - jesús f. salvadores
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Una ruta por el León insólito. La historia ‘no oficial de la ciudad’. Leyendas de fantasmas, asesinatos, misterios, curiosidades y sucesos increíbles. El investigador leonés Javier Tomé estrena el sábado una singular iniciativa: un itinerario a pie de hora y media de duración para conocer los secretos de la ciudad que no cuentan los libros de historia. Las visitas guiadas, que cuestan 6 euros e incluyen un vino al final de la etapa, discurren por el casco antiguo. Un trayecto no sólo de ‘piedras’, sino con el relato de las anécdotas, tradiciones y mitos que «han forjado la identidad leonesa y sus más bellas fábulas». Porque, como sostiene Tomé, León es «una ciudad pequeña, pero de grandes ideas y de un tamaño perfecto descubrir a pie sus historias». Un itinerario pensado, por tanto, para turistas y locales.
El recorrido comienza en la plaza de San Marcelo, que en décadas pasadas era un imán de la más variopinta fauna humana de la capital: buscavidas, fotógrafos y limpiabotas como el señor Fermín, ‘caballero mutilado’ -como se apodaba a los soldados de las tropas franquistas-. Personajes estrambóticos que se daban cita junto a uno de los monumentos más insignes de la ciudad, ya desaparecido, un urinario público con formas orientales, conocido popularmente como la mezquita Ben-i-Mea. De esta plaza de San Marcelo partía el famoso Ripert, un carruaje de mulas que era el ‘tranvía’ de principios del siglo XX. Cerca del balcón del viejo consistorio, desde el que se proclamó la República en 1936, tenía su parada la primera mujer taxista de España, Piedad Álvarez Rubio, ‘La Peñina’. Y también en esta plaza, donde en noviembre se instalaban casetas de cine y charlatanes vendedores de tónicos sanadores, una de las atracciones más celebradas era el ‘Teatrillo de las pulgas’, donde se celebraba una sorprendente boda entre dos de estos minúsculos saltarines.
Avión nazi y burródromo
La siguiente parada del itinerario es la calle de La Rúa, para la que Tomé ha rescatado la historia no documentada del avión de la Legión Cóndor que se estrelló aquí, provocando el terror de los vecinos. «Lo que sí registran los anales históricos es la carta que el propio Hitler remitió a las madres leonesas agradeciendo el trato que habían dispensado a los aviadores nazis». También hay parada ante el convento de las Concepcionistas, fundado en el siglo XVI, donde hace cien años hubo una acalorada polémica entre el vecindario por la ‘instalación’ de un burródromo. En la iglesia del Mercado los visitantes conocerán algunos secretos de este templo del siglo XII que guarda espinas de la corona de Cristo. En la tortuosa plaza del Grano la parada obliga a evocar que las ejecuciones de los condenados a la pena capital eran un ‘espectáculo’ que reunía a decenas de vecinos. En el convento de las Carbajalas, hoy descanso de peregrinos, se alojó en tiempos de la francesada la célebre cortesana Pepita Tudó, que había contraído matrimonio secreto con el poderoso Manuel Godoy. En el palacio de Don Gutierre, que en 1860 era sede del casino La Amistad, «se celebró con enorme júbilo la toma de Tetuán por el ejército español». El palacio se desplomó en el 2002.
En la plaza de San Martín, los visitantes podrán escuchar la copla: «Tres cosas hay en León/ que causan admiración:/ La Catedral, San Isidoro/ y el buen vino servido en porrón». En la calle Matasiete hay que detenerse en el lugar donde un día estuvo la conocida taberna del Tío Joroba y la refriega que acabó con siete muertos. La Plaza Mayor, que oculta misteriosos túneles, siempre ha sido lugar de mercadeo. Ya en tiempos de Alfonso XI se castigaba con cien azotes al que incumpliera las normas del comercio. La plaza es un lugar propicio para las leyendas de ejecuciones, apariciones de la virgen y sonadas escabechinas, que se extienden hasta la vecina calle Plegaria.
En Palat del Rey, la iglesia más antigua de León, los gamberros «echaban polvos de anilina en la pila del agua bendita, logrando que los creyentes se pusieran la cara como un Cristo». A pocos pasos está el mercado del Conde Luna, la pequeña Boquería leonesa que abrió sus puertas al público en 1928. «Una cátedra de la fruta y la verdura, que se cuenta entre las grandes obras llevadas a cabo por la dictadura de Primo de Rivera en León». En la esquina, el majestuoso palacio del Conde Luna, que en sus años de ruina fue almacén de fruta y siglos antes sede del Tribunal de la Inquisición, donde persiste la leyenda de un fantasma. Dice la tradición oral que aquí estuvo también el primer café gay.
La ruta ideada por Tomé enfila a continuación la calle Ancha, donde en 1906 se colocaron los primeros arcos voltaicos que iluminaron las noches leoneses. «Otro de los grandes mitos locales es el hotel París, a cuya puerta se colocaba antaño un gran cartel que informaba al público mediante telefonemas de los grandes acontecimientos que se producían en el mundo».
El fantasma de Ordoño
En la Catedral, , entre cuyos muros se coronó al rey Alfonso VII como emperador, los visitantes de este singular itinerario por el León insólito escucharán leyendas de prelados, canónigos, maestros canteros y el fantasma de Ordoño II, que se levanta por las noches de su fría mortaja pétrea, así como la historia del certero rayo que en 1966 dejó el templo sin techumbre. Al igual que la Catedral, San Isidoro, donde tuvieron lugar en 1188 las primeras Cortes democráticas celebradas en Europa, está rodeado por un velo mítico de intriga, empezando por el templo romano dedicado a Mercurio que se supone ‘yace’ bajo sus cimientos o el extraño bestiario poblado de criaturas de la iconografía egipcia o el misterioso gallo de la Torre que llegó antes del siglo VIII de tierras orientales y que según la leyenda cantaba para avisar de la llegada de las tropas moras que querían atacar la ciudad.
La ruta discurre por la calle del Cid, con el singular edificio de la Audiencia Provincial, donde se cree que nació Guzmán el Bueno y de ella salió el Cid Campeador para contraer matrimonio con doña Jimena. «Una historia muy celebrada, aunque dudosamente cierta, dice Tomé. El palacio de los Guzmanes, hoy sede de la Diputación, obra del arquitecto Rodrigo Gil de Hontañón, llamó la atención del rey Felipe II, quien, asombrado ante el despliegue de herrerías en los ventanales, comentó en tono malicioso: «Mucho yerro me parece para un obispo». La construcción del edificio Botines a punto estuvo de costarle la salud a Gaudí. Este castillo de cuento encierra sus secretos. En 1950 apareció un tubo de plomo que contenía diversos documentos de la época en que se alzó, así como monedas y planos originales.
«Y así acabamos el recorrido por el León insólito, una mezcla de mitologías, hechos y anécdotas que reflejan en su conjunto el eterno guiñol de la vida leonesa», dice el creador de esta original ruta.