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PASAJERO 56
Diario de un viajero inquieto
Jardines de Aranjuez
El Concierto de Aranjuez
Muy cerca de
Madrid, en el límite sur de la provincia, se encuentra un lugar
paradisiaco, donde el tiempo pasa muy despacio: Aranjuez. Antiguo lugar
de huertas, regada por los ríos Tajo y Jarama, lo que ha creado en esta
ciudad unas condiciones climáticas que la convirtieron en un lugar
paradisiaco, alejado de la Corte madrileña. En Aranjuez el río Tajo, en
su ruta hacia Lisboa, se enseñorea y se convierte en un río noble que
riega uno de los jardines más bellos del mundo y que recreó y fue
escenario del divertimento de la monarquía española, aunque también
testigo del famoso motín que dio un brusco giro a las intenciones
francesas de invadir España.
Los Jardines
de Aranjuez, así en mayúsculas, son únicos en el mundo. Las distintas
especies arbóreas, plantes y flores exóticas, sirven para cobijar un
extenso catálogo de fuentes ornamentales de carácter mitológico que
constituyen un museo donde el mármol, la piedra y la flora componen una
sinfonía incomparable, que el maestro Rodrigo significó en su Concierto
de Aranjuez y el pintor Santiago Rusiñol mostraron en sus inigualables
cuadros.
Todo en
Aranjuez, en su Palacio y en sus Jardines, es una obra de arte. Un
concierto que sume nuestros sentidos en un mundo donde el tiempo merece
detenerse……
Allegro con spirito
“Este
primer movimiento está animado por un espíritu rítmico y un vigor sin
ninguno de los dos temas… interrumpiendo su implacable ritmo”.
El Palacio
fue construido por orden del rey Felipe II en el año 1561, el cual
encomendó el proyecto al arquitecto Juan de Herrera, que murió durante
su construcción, por lo que su discípulo Juan Bautista de Toledo fue el
encargado de terminar las obras. Ya su padre, el Emperador Carlos V
utilizaba un viejo palacio perteneciente a los maestres de la Orden de
Santiago en sus aficiones a la caza, lugar descubierto anteriormente por
Felipe el Hermoso. A la muerte de Felipe II en 1598 el palacio solo
tiene acabada la torre su y gran parte de las fachadas de mediodía y
poniente.
No será hasta el reinado de Felipe V permanecen prácticamente abandonadas las obras del nuevo Palacio Real de Aranjuez. El rey borbónico, siguiendo los antiguos planos de Herrera encomienda la continuación de las obras, que se reinician en el año 1715. Se levanta la torre norte, de idénticas características a la existente, y se completa la fachada oeste, construyéndose también toda la estructura que conforma el actual cuerpo del Palacio.
Tras la
destrucción del Palacio por un incendio, el rey Fernando VI encargará su
reconstrucción al arquitecto Santiago Bonavía, que incluirá una
importante ampliación del Palacio, que continuará Carlos III, encargando
a Francisco sabatini la construcción de las dos alas que cierran el
patio de armas de su fachada principal, dándole la estructura de “U”
actual. También mandará construir un palacio de pequeñas dimensiones en
el Jardín del Príncipe, a la que llamará Casita del labrador, para
utilizarla un lugar de descanso tras las jornadas de caza.En el extremo
del ala derecha se levantará la actual capilla, decorada por Bayeu, no
concluyéndose el teatro que debía ubicarse en el ala situada a la
izquierda.
El Palacio
Real de Aranjuez se caracteriza exteriormente por sus colores blanco, de
la piedra de Colmenar, utilizada en su construcción, y rojo, de los
ladrillos empleados en sus paramentos. El frente del edificio, excepto
en su cuerpo central, presenta una sucesión de ventanas, en su piso
inferior, y balcones, en el superior, que es rematado por una
balaustrada. En el cuerpo central, con un piso más, se encuentra el
frontón con el escudo de Fernando VI, sobre el que están colocadas las
estatuas de los reyes Felipe II, Felipe V y Fernando VI, según el
proyecto de Bonavía. En la parte inferior de este cuerpo central un
pórtico de cinco arcos de medio punto, también diseñado por Bonavía,
sustenta la terraza del piso principal con su gran balconada. La fachada
orientada al Este, con dos pisos, posee en su centro un cuerpo saliente
cuyas ventanas y balcones dominan los Jardines del Parterre.
Finalmente, las fachadas Norte y Sur, de características arquitectónicas
similares, están compuestas de dos cuerpos rematados por una
balaustrada.
Adagio
“Representa un diálogo entre la guitarra y los instrumentos de solo (corno inglés, fagot, oboe, trompa)”
Junto al
Palacio Real, se construyen varios jardines aprovechando la frescura y
humedad que proporciona el río Tajo a su paro por la ciudad. Varios son
los Jardines que posee el real Sitio de Aranjuez. Con su Palacio Real
como corazón de este universo, el río Tajo riega con sus venas los tres
pulmones verdes que componen este universo de paz.
Empecemos
nuestro recorrido por el llamado Jardín del Parterre. Es el primero que
nos encontramos cuando nos dirigimos hacia el recinto real. Apenas hemos
dejado a nuestra izquierda la plaza de San Antonio, donde se levanta,
como una especie de vigía pétrea, la Fuente de Venus, más conocida como
la fuente de la Mariblanca, construida en 1762 por Juan Reyna, a la que
en 1830 se le añadiría todo el conjunto ornamental, formado por
lagartos, caracolas, amorcillos cabalgando sobre tritones, soles, etc.
siendo los dos leones con una bola entre sus garras y el tercer león
sujetando un castillo.
Cuenta la
leyenda popular que la esposa de Carlos III no soportaba que la estatua
mirara hacia Palacio pues creía reconocer en ella a una de las amantes
del Rey, por ello ordenó girar la estatua hacia la Iglesia de San
Antonio. Esta figura mitológica sustituyó, por orden de Carlos III, a
una anterior de Fernando VI.
Al Jardín
del Parterre se accede por una puerta situada en el pasillo que une el
Palacio Real con la Casa de Oficios. Este jardín se levanta siguiendo el
gusto francés de la época permitir la contemplación de todo el
conjunto, utilizando el río Tajo como barrera natural y límite del
mismo, evitando las murallas que pudieran darle un indeseado efecto
barrera. En su lado norte limita con con el río Tajo, mientras que por
su lado oriental y meridional, desde el Puente Barcas hasta los arcos de
Palacio, está flanqueado por un foso de cantería y una barandilla de
hierro con jarrones de flores sobre pedestales, creados en 1762 por
orden de Carlos III. La entrada principal al jardín se realiza a través
de dos garitas de cantería. Aparte de las numerosas flores y árboles de
toda clase del jardín, podemos admirar las tres fuentes que componen
este conjunto: la de Hércules y Anteo, la de Ceres (situada
anteriormente en el Jardín del Príncipe) y la de las Nereidas.
La fuente de
mayores dimensiones es la de Hércules y Anteo, iniciada en 1827 por
orden del rey Fernando VII. Las estatuas son de Juan Adán. Esta fuente es
la más espectacular del jardín y su emplazamiento original estaba
previsto en la zona trasera de la Casa del Labrador, en el Jardín del
Príncipe, aunque finalmente se situó en este lugar. Sobre el pilar
central se encuentran las estatuas de Hércules, agarrando con su fuertes
brazos y levantando del suelo a Anteo. En la base del pilar, hay un
nicho que representa Hércules niño luchando con una serpiente, así como a
una pitón vencida. Hay también diversos trofeos de caza como muestra
del poder del héroe mitológico en sus Doce Trabajos: un ciervo, un toro,
un león y varias serpientes. En los extremos de la fuente, que es
ovalada, encontramos dos columnas con las palabras Avila y Calpe, así
como con la leyenda Non Plus Ultra, en recuerdo del primer vuelo
realizado en España. Por último, el borde del estanque está adornado con
diversos jarrones con flores, realizados en plomo y pintados de color
mármol. Esta fuente se encuentra edificada sobre la anterior Fuente del
Tajo, en la que el río estaba representado por un anciano sentado sobre
un haz de cardos, que sujetaba una serpiente.
Emplazada en
el centro del Parterre, se levanta la fuente en honor a Ceres, diosa
de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. En el año 1828 se reconstruyó esta fuente, después de que la original, de 1804,
fuera destruida. Fue colocada en el estanque central a principios del
siglo XX traída del Jardín del Príncipe y sustituyendo a una escultura
de un cisne con niños jugando alrededor.
El inmenso
estanque es oval y posee tres grupos escultóricos. En el centro la diosa
Ceres junto a dos niños jugando, uno con espigas de trigo y el otro,
abrazado al cuerno de la abundancia mientras la diosa sujeta la antorcha
de la creación ardiendo y sostiene en sus manos frutos de amapola. Las
otras dos esculturas son unos jarrones con flores también esculpidas
rodeados por niños que se sitúan a los extremos del estaque.
En el
extremo occidental del Jardín del Parterre, encontramos un pequeño
jardín en forma rectangular bajo la cara sur del Palacio Real, junto a
la Torre del Reloj, llamado Jardín de las Estatuas, formado por los 14
bustos de mármol de emperadores romanos, reyes de España y personajes de
la Antigüedad, colocados sobre otros tantos nichos en la pared. También
es llamado Jardín del Rey, en honor a Felipe II, que lo mandó
construir. El propio rey tiene aquí un busto de tamaño natural, armado
de cota y malla. Los medallones de Carlos I e Isabel de Portugal, que
antaño rodeaban la estatua de su hijo, fueron llevadas finalmente al
Museo del Prado en 1869, donde siguen actualmente. Las estatuas son de
la época de Felipe IV. Este jardín es un ejemplo de “jardín cerrado”
adornado con estatuas, combinando así, el estilo renacentista italiano
con la herencia mudéjar tan común entre los Austrias. Este jardín fue
diseñado por Juan Bautista de Toledo y llevado a cabo por Juan de
Herrera como un jardín privado. La fuente de jaspe verde creada por Roque Solario
se encuadra en el centro de la composición de sus setos cerrados.
Felipe IV incorporó una colección de esculturas y bajorrelieves en
hornacinas dispuestas en los muros de cierre que darían un significado
político y dinástico al jardín. En 1733, con la obra del jardín
del Parterre, se derribaría el muro original que lo cerraba, perdiendo
el carácter íntimo y privado original, abriendo y conectando ambos
jardines.
Desde aquí
nos dirigiremos al Jardín de la Isla, llamado así por estar rodeado del
río Tajo y la ría artificial, junto al Palacio Real. El origen de este
jardín se remonta a la Orden de Santiago, que entre los años 1387 y 1409
construyen un palacio anterior al actual, y construyendo un canal o ría
aprovechando un meandro del Tajo, situando varios molinos y aceñas para
regular el caudal. Cuando en 1487 el rey Fernando el Católico se
convierte en Gran Maestre de la Orden, él y su esposa, la reina Isabel
la Católica, viajan frecuentemente a Aranjuez. La reina se aficiona a
pasear por estos jardines, razón por la cual se denomina Jardín de la Reina,
hasta que Carlos I y Felipe II reconvierten estos jardines y lo llevan a
su máximo esplendor. Los antiguos olivos y plantas autóctonas son
sustituidas por nuevas especies de Flandes y Francia. También se
colocaron frutales procedentes de Andalucía y Valencia.
Fueron
muchos los jardineros que colaboraron con el trazado de este jardín.La
estructura de este espacio verde se basa en un eje central rodeado por
jardincillos rectangulares que se dividen, a su vez, en cuadrados, con
lo que se consigue una íntima relación entre las fuentes, los juegos de
agua, los espacios cerrados, las alusiones mitológicas y los rincones
adornados con rosas. El siglo XVIII el conjunto se estructuró en torno a
un eje central con una simple calle de árboles flanqueados con cuadros
de boj. Con Carlos III se unieron al jardín unos bancos de piedra obra
de Sabatini.
Las fuentes
ornamentales fueron colocadas a partir del año 1582 pero con los
reinados sucesivos se fue cambiando. El aspecto actual tiene mucho que
ver con la ordenación efectuada en 1660 por el maestro mayor de obras
reales, Sebastián de Herrera Barnuevo. Este colocó la Fuente de Hércules
sustituyendo a una anterior dedicada a Diana mientras que la Fuente de
Apolo, supuesta obra napolitana, está adornada con bellos relieves y una
escultura de principios del XVII atribuida a Miguel Ángel Naccherino.
El acceso a
este jardín lo hacemos a través de un puente escalonado, de estilo
veneciano, que forma un conjunto barroco perfecto con la fuente de
Hércules y las numerosas pasarelas y estanques del siglo XVII.
Iniciamos
nuestro recorrido accediendo por la Escalinata de Las Estatuas. Allí
encontramos la Fuente de Hércules y la Hidra de Lerna. También conocida
como “El Ochavado” debido al trazado de su taza, que data de 1570, la
escultura representa a Hércules luchando contra la Hidra de Lerna,
segundo trabajo de Hércules que consistió en matar a este monstruo
creado por Juno. Hércules intentó combatirla con la maza, pero viendo
que de cada cabeza machacada surgían dos, decidió cauterizar los cuellos
descabezados y así consiguió someterla. Además venció en la misma lucha
a un cangrejo gigante que Juno le envió para entorpecer su trabajo.
Dicho cangrejo una vez vencido se convirtió en la constelación conocida
como Cáncer.
En la
Escalinata de las Estatuas encontramos también a otros ocho personajes
mitológicos: Diana, Urano, Flora, Pan, Marte, Rea Silva y nuevamente dos
de Hércules luchando con el León de Nemea.
A su lado se
encuentra la Fuente de la Boticaria, con vaso circular, con figuras de
niños con conchas y rocas. Al fondo, se alza imponente el llamado Salón
de los Reyes Católicos, un paseo de más de 300 m arbolado con plátanos,
situado junto al dique alto del Tajo, al que separa una barandilla de
hierro con pedestales y jarrones, al igual que en el foso del Jardín del
Parterre.
La Fuente de
Apolo, o de Triptolemo, del siglo XVI, está situada justo después de la
de Hércules, con un zócalo, basa y pretil de mármol octogonales, en
cuyo centro se halla una taza con la figura de Apolo con la planta
puesta sobre un dragón. En el pretil pueden verse diversos relieves, con
un pie de sátiro en cada esquina. La plazoleta en la que se encuentra
esta fuente era llamada anteriormente la Puerta del Sol de Aranjuez, en
referencia a lo concurrido del lugar, por analogía con la plaza del
mismo nombre de Madrid. Pasando a la llamada Calle de la Galería,
encontramos el Burladero, una serie de surtidores colocados en el suelo
que despiden arcos de agua a la altura del pecho de una persona.
Siguiendo la
senda principal, encontramos la Fuente del Niño de la Espina, también
conocida como del Espinario o de las Arpías, mandada levantar por Felipe
III. Posee un pretil cuadrado de piedra de jaspe con una columna
corintia en cada esquina. En cada esquina de la fuente hay una columna,
cuatro en total, de mármol de Carrara, en lo alto de la cual se
encuentra la figura de una arpía, cuidadoras o raptoras de almas puras,
que despiden agua hacia el centro de la fuente.
La figura en
bronce situada en el centro representa un atleta en actitud de sacarse
una espina clavada en su pie izquierdo. Se trata de una copia de su
original que se encuentra en el Vaticano. Los nichos de las esquinas de
la plaza en la que se encuentra la fuente, le otorgan otro de los
nombres: “los Cuatro Reinos”. Eran de madera pero fueron reconstruidos
en piedra de Colmenar; los bancos y las columnas en mármol blanco, según
diseño de Sabatini.
El paseo nos
lleva directamente a la Fuente del Reloj, también conocida como de las
Horas o del Anillo, que se encuentra en una plaza cuadrada, flanqueada
por seis bancos de piedra, con una pequeña fuente en el centro. Cuando
se encuentra en funcionamiento, la sombra del chorro del agua va
marcando las horas, como si de un reloj se tratase, sobre los bordes de
la fuente.
La Fuente de
Venus, es conocida también como de Don Juan de Austria, pues se cree
que la piedra con la que está construida fue conseguida en la Batalla de
Lepanto. Situada en el centro de una plaza octogonal, se compone de una
gran taza con balaustre y una segunda taza, donde se halla una figura
de Venus en bronce, en actitud de secarse el pelo con las manos. Fue
enviada a España desde Florencia en 1571.
Una de
las fuentes que más llama la atención en este sorprendente espacio es la
de Baco. La escultura del dios del vino, coronada con racimos de uvas y
sentada sobre un tonel con un pequeño grifo, alza una copa de vino con
su brazo derecho. Fue realizada por Johghellinck. El pie de la misma es
obra de Juan de Bolonia que utilizó mármol toscano de Serravezza. La
Fuente de Baco se encuentra en una plazoleta hexagonal con bancos de
piedra, en cuyo centro se halla un estanque circular de jaspe. En su
centro una gran taza con un pedestal sobre el cual el dios Baco brinda
por todos los que le observan.
La Fuente de
Neptuno, del italiano Alessandro Algardi, está situada en la parte más
alejada de la entrada al Jardín. Representa al dios Neptuno sobre un
tazón, empuñando su tridente con la mano derecha. Está sobre un carro
con forma de concha, tirado por sendos caballos marinos. Alrededor,
sobre cuatro pedestales, encontramos a las diosas Cibeles y a Ceres,
cada una con una corona con forma de castillo y sobre sendas carrozas
tiradas por leones, sujetados por niños. En el tercer pedestal se
encuentra Juno, sobre un pavo real, mientras que en el cuarto, Júpiter
está sobre un águila que se apoya en un globo terráqueo, sujetado por
tres titanes. En el pedestal central puede leerse la leyenda: El Rey N.S. Don Felipe III mandó hacer esta fuente, siendo gobernador D. Francisco Brizuela, año de MDCXXI.
Es fácil
hacerse a la idea de las sensaciones que levantarían estos jardines
entre la nobleza española de esta época. La misma que levanta en todos
aquellos que ahora podemos disfrutarlos. El silencio y la quietud de
este lugar solo se rompe por el canto de los pájaros y el rumor del agua
de las fuentes y del río. De entre estos sonidos destaca el rumor que
se escucha de la llamada Cascada de las Castañuelas. Paseando por la
senda del jardín rodeada por la ría artificial contemplamos varias
presas y diques construidas en 1612 para retener y moldear el curso del
río Tajo, y recoger agua para el sistema de fuentes de los jardines.
En el canal que se creó tras realizar los diques sobre el río Tajo se construyó años más tarde, la Cascada de las Castañuelas, a
petición de Carlos III para embellecer el curso de este canal cuyas
aguas bañaban el muro norte del Palacio Real de Aranjuez. Según nos
vamos acercando el sonido de esta cascada se hace más evidente. Cuando
llegamos al límite del palacio vemos una amplia, pero pequeña cascada en
forma de gran concha, cuyo sonido alguien dijo que se parecía
precisamente al nombre con la que se conoce.
Algo
importante que hay que señalar es que el agua de estas fuentes provenía
originariamente del llamado ‘Mar de Ontígola’, situado a las afueras de
Aranjuez, a través de una cañería de plomo que fue sustituida por una
de hierro bajo el reinado de Felipe V. De hecho, el obelisco de ladrillo
que tanto atrae la curiosidad del paseante,y que se levanta enhiesto
entre los jardines es uno de los ‘respiraderos’ de la cañería por medio
de la cual llegaba el agua.
Allegro gentile
“Recuerda
un baile formal en el que la combinación de un ritmo doble y triple
mantiene un tempo tenso próximo a la barra próxima”. “Nos muestra la
fragancia de magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las
fuentes de los jardines de Aranjuez.”
El Jardín
del Príncipe tiene su origen en la llamada Huerta Grande de Don Gonzalo y
en un pequeño jardín mandado crear por Fernando VI en la zona del
embarcadero sobre el río. Será el entonces Príncipe de Asturias y futuro
rey Carlos IV quien el 3 de octubre de 1772 manda la construcción de
este jardín. Posee un embarcadero fortificado, también construido por
orden de Carlos IV, el cual fue utilizado durante las estancias de los
Reyes en Aranjuez, en las que organizaban paseos por el Tajo a bordo de
lujosas falúas.
Dichas
embarcaciones se conservan todavía en el Museo de Falúas Reales o Casa
de Marinos, que se encuentra al lado. El inmenso jardín está situado
entre el río Tajo, convertido también aquí como límite natural y la
calle de la Reina, justo detrás del Palacio de Godoy, y está formado por
gran variedad de especies de árboles diferentes, como plátanos, caquis
de Virginia, cipreses, pinos, castaños de indias, tilos, fresnos,
robles, cafeteros, magnolios, arces, carpes, árboles del amor, de
Júpiter, etc….
Además,
existen varios lagos artificiales donde podemos contemplar en libertad a
los pavos reales, faisanes y ardillas que han hecho de este lugar
también su lugar de esparcimiento. Al igual que en los anteriores
jardines, también en este existen varias fuentes ornamentales que
embellecen, aún más si cabe, y proporcionan a este lugar el frescor y la
tranquilidad que proporcionan sus juegos de agua.
Algunas de
las fuentes destacadas son la Fuente de Narciso; reconstruida en 1827
por Dumandre e inspirada en la fuente de origen romano llamada la Fuente
de los Sátiros, en Villa Albani, y la Fuente de Apolo, al final de la
calle Isabel II e iniciada en 1803, que muestra una escultura que se
atribuye al siglo XVII y que fue traída desde la Granja.
La Fuente
de Narciso muestra al hermoso Narciso junto a su perro, asomándose a un
hermoso tazón sobre el que se encuentra en lo alto de un pilar, a punto
de caer en él. Sujetan el tazón cuatro robustos titanes o atlantes, que
representan al dios Atlas personaje condenado por Júpiter a soportar el
cielo como castigo por haber liderado un ataque contra él. Al resultar
gravemente dañada en la Guerra de la Independencia Española, fue
reconstruida en 1827.
Más allá de
la Fuente de Narciso, encontramos la Fuente de Apolo, construida en
mármol de Carrara. Nos muestra al dios de la belleza en lo alto de un
pedestal. Mandada crear por Carlos IV, no fue terminada hasta el reinado
de su hijo Fernando VII. Detrás de la estatua del dios, con forma
semicircular, existen seis columnas coronadas con otros tantos patos lo
escoltan. A ambos lados, encontramos dos columnas cuadradas, con dos
tazones en lo alto.
La estatua
de Apolo fue comprada por Felipe V y situada en La Granja. Carlos IV la
mandó traer a Aranjuez. Actualmente la estatua presente en el Jardín del
Príncipe es una reproducción, pues la original fue devuelta en 2000 a
La Granja.
Una de las
zonas más mágicas de este jardín es la llamada popularmente Estanque de
los Chinescos, el cual se compone de un lago artificial bordeado por
una pequeña barandilla, con tres islas, sobre las cuales encontramos un
templete o kiosco de estilo griego, otro de tipo chinesco y un mausoleo
de granito egipcio. El pabellón griego es obra de Juan de Villanueva,
con una serie de ocho columnas de orden jónico que sujetan el techo,
coronado por una piña de bronce pintada de color mármol (aunque
originalmente poseía un dragón dorado).
El templete
chinesco original resultó gravemente dañado en la Guerra de la
Independencia Española y reconstruido por Fernando VII más bien como un
kiosco de estilo turco, con vivos colores verde, rojo y dorado. Es una
zona muy frecuentada por aves y ánades que dan un aspecto de mágico
vergel de este maravilloso espacio. Si además coincide con la presencia
de los pavos reales, el resultado final puede ser espectacular.
Nuestro
caminar, que deberá concluir en la Casita del Labrador sigue
discurriendo en torno a un camino que combina pequeños jardines
minimalistas, con especies arbóreas y arbustivas que combinan diferentes
colores, con grandes praderas donde los sauces se abren paso en medio
de los enormes árboles. A final del camino encontramos el pequeño
palacio, en medio de una enorme pradera. Este palacio, o esta casa, fue
construida en tiempos de Carlos IV sobre una modesta casa de labradores
ubicada dentro de los jardines, de ahí su modesto nombre.
Las obras
fueron llevadas a cabo por Juan de Villanueva. El edificio, de planta
cuadrangular con un patio, cuenta con tres plantas y su estilo es
neoclásico. Su interior señala claramente la función de este edificio:
un pabellón de utilizado para descansar tras las largas, y al parecer,
agotadoras, jornadas de caza. Su decoración interior y los cuadros que
decorar la misma lo recuerdan a cada paso.
Nuestra
visita a este lugar paradisiaco llega a su fin, mientras las últimas
notas de la obra maestra creada por el Maestro Rodrigo aún resuenan en
nuestros oídos.