lunes, 23 de junio de 2014
La leyenda del Castillo de Santa Barbara. Alicante.
La leyenda del Castillo de Santa Barbara. Alicante.
El castillo de Santa Bárbara está situado sobre una alta montaña llamada Benacantil.
Desde allí se divisa toda la bahía y sus alrededores, lo que le da un gran valor estratégico.
Pero lo que mas llama la atención es la forma de la roca sobre la que está situado el castillo. Vista desde la playa del Postiguet, se divisa perfectamente la cara de un moro.
De ahí su nombre, "La Cara del Moro".
Hoy os traigo la leyenda del origen del nombre de Alicante y de esta roca.
Cuenta esta leyenda que hace muchos siglos, en esta costa levantina,
cuando los musulmanes dominaban estas tierras,
existió un califa que gobernaba esta bella ciudad.
Era un soberano magnánimo y justo al que todos respetaban.
Vivía en el castillo junto a su familia, pero entre todos sus hijos, tenía una favorita, su bella hija Cántara, de la que estaba especialmente orgulloso.
La belleza de Cántara, era famosa en toda la zona, y por este motivo llegaron a la ciudad numerosos pretendientes con intención de pedir la mano de la princesa y conseguir su dote.
Pero solo dos llamaron la atención de Cántara.
Uno era Almanzor, un bravo general procedente de Córdoba con el que Cántara
quedó muy impresionada, por su porte y la fama que le precedía.
El otro era un joven llamado Alí, que aunque no le precedía fama alguna, pertenecía a una familia noble, era guapo, apuesto y muy seductor.
Aunque el califa prefería a Almanzor, Cántara no se decidía, así que ante a la duda, se decidió poner a prueba a los pretendientes, para que la decisión quedara en manos de Alá.
El primero en llevar a cabo una gesta que fuera de su agrado, se llevaría la mano, y por supuesto la fortuna, de la bella Cántara.
Almanzor partió hacia la India a por sedas y especias y abrir así una ruta comercial con el Lejano Oriente.
Alí, decidió un trabajo que aunque duro, le dejaba intencionadamente cerca de su amada: quiso abrir una acequia que trajera agua a la ciudad desde la zona de Tibi.
Alí comenzó las obras de la acequia con gran interés y entusiasmo, pero enseguida comenzó a dejarlas en un segundo plano, ya que su obsesión en ver a la princesa le tenía nublado el entendimiento.
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